Recientemente, ha surgido una noticia que ha encendido la esperanza de muchos entusiastas de la astrobiología: supuestas señales de vida en un exoplaneta llamado K2-18b, situado a 124 años luz de la Tierra. Sin embargo, es fundamental aclarar que el estudio que fundamenta esta afirmación, titulado «New Constraints on DMS and DMDS in the Atmosphere of K2-18b from JWST MIRI», no confirma la existencia de vida, sino que plantea la posibilidad de que existan ciertos compuestos químicos en la atmósfera del planeta que podrían ser indicativos de procesos biológicos. Es un recordatorio de la cautela que debe acompañar cualquier descubrimiento en el ámbito de la astronomía.
K2-18b, que orbita una estrella enana roja, se destaca por su combinación de características, siendo un planeta hicéano, más grande y más masivo que la Tierra. Con un diámetro 2,6 veces mayor y una masa que supera en 8,6 veces a nuestro planeta, K2-18b se encuentra en la zona habitable de su estrella, lo que podría ofrecerle las condiciones necesarias para albergar vida. Este concepto es apoyado por observaciones previas realizadas por el Telescopio Espacial Hubble, que documentaron la presencia de vapor de agua en su atmósfera, un elemento esencial para la vida como la conocemos.
Las observaciones recientes del Telescopio Espacial James Webb han indicado la posible presencia de dimetilsulfuro (DMS) en la atmósfera de K2-18b, así como de su pariente químico, el disulfuro de dimetilo (DMDS). Aunque DMS se asocia en la Tierra con el fitoplancton, que lo produce en grandes cantidades, su mera presencia en K2-18b no necesariamente implica la existencia de vida. La escasa concentración de DMS, 20 veces menor que en nuestro planeta, subraya la necesidad de ser cautelosos al interpretar estos datos.
El análisis estadístico de la detección de DMS en K2-18b ha mostrado una significancia de tres sigma, lo que sugiere que es poco probable que esta observación sea producto del azar. Sin embargo, este resultado no alcanza el umbral de cinco sigma, que es el estándar requerido en la ciencia para validar afirmaciones de esta naturaleza. Por ende, las investigaciones actuales subrayan que son necesarias más observaciones y análisis para aumentar la certeza de estos hallazgos y para aclarar la diferencia entre las fuentes abióticas y los posibles procesos biológicos responsables de la presencia de DMS.
Carlos Briones, investigador del Science Media Centre España, recuerda que el dimetilsulfuro ha sido identificado en el cometa 67P y en diversas regiones del medio interestelar, lo que sugiere que existen vías no biológicas que podrían explicar su presencia en K2-18b. Esto recalca la importancia de continuar los estudios experimentales y teóricos enfocados en los biomarcadores en exoplanetas. En conclusión, aunque la búsqueda de vida más allá de nuestro sistema solar ha tomado un nuevo giro, todavía no hemos hallado la tan ansiada evidencia que confirme la existencia de seres extraterrestres.