El noveno lanzamiento del Starship de SpaceX culminó de nuevo en un fracaso, marcando la tercera vez consecutiva que la compañía no logra completar su misión con éxito. Aunque SpaceX intenta destacar los resultados como una oportunidad para obtener datos y aprender, la realidad es que los problemas técnicos se acumulan y afectan la percepción pública del programa. Tras un leve retraso en la cuenta atrás, el despegue del cohete se realizó aparentemente sin problemas, con un notable rendimiento de los 33 motores Raptor 2 del Super Heavy, que volaba en su segunda misión. Este aspecto positivo se vio empañado por los subsiguientes fallos que finalmente llevaron al fracaso de la misión.
Una de las innovaciones introducidas en este lanzamiento fue la reutilización de la primera etapa del Starship, con 29 de los 33 motores siendo reutilizados. Este esfuerzo para mejorar la eficacia del lanzamiento incluía un sistema de guiado que facilitaba la separación de la primera etapa, lo que potencialmente podría ahorrar combustible para el regreso a la base. Sin embargo, a pesar de estos avances, la ambición de SpaceX se vio una vez más limitada por problemas técnicos que impidieron la recuperación del cohete en el Golfo de México.
Durante la reentrada, SpaceX buscaba usar un ángulo de ataque más pronunciado para aprovechar la fricción atmosférica, con la esperanza de reducir aún más el consumo de propelentes. Sin embargo, los planes se desmoronaron cuando, al encender los tres motores Raptor 2 centrales para el amerizaje, el Booster 14 sufrió una explosión. Esto no sólo truncó la misión, sino que también imposibilitó una prueba crítica programada, resultando en la pérdida de datos valiosos que la compañía esperaba recolectar sobre el rendimiento del escudo térmico.
A pesar de los esfuerzos de SpaceX para mantener una actitud estable de la segunda etapa, pronto comenzó a tumbos tras un indicativo de fuga de propelentes. Esto levantó preocupaciones sobre la efectividad del control de la nave, y finalmente la compañía decidió ‘pasivar’ la segunda etapa, lo que implicaba liberar los propelentes al espacio para prevenir una posible explosión. La situación se tornó compleja, y se dejó en manos de la naturaleza el destino del cohete, el cual se reentró y cayó dentro de las áreas predefinidas.
En un giro irónico, mientras SpaceX intenta mantener una imagen optimista, el contexto de estos fracasos consecutivos plantea interrogantes serios sobre el futuro del Starship. La presión por demostrar resultados positivos en el desarrollo del vehículo espacial es cada vez mayor. Aunque la compañía continúa aprendiendo de cada lanzamiento fallido, la acumulación de incidentes podría empezar a afectar tanto la percepción pública como la financiación de futuras misiones.



















