El papa Francisco I ha dejado un legado que cambiará la forma en que se celebran los funerales papales, marcando un hito histórico en la Iglesia Católica. En un movimiento audaz y profundamente simbólico, el pontífice decidió simplificar el rito de sus exequias, buscando presentarse no como un gobernante terrenal, sino como un pastor al servicio de su rebaño. Este enfoque contrasta con siglos de tradición en los cuales la pompa y el boato eran componentes esenciales de los funerales papales. Según reporta Jorge García González, el deseo de Francisco de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, y no dentro del Vaticano, resalta su compromiso con una vida de humildad y su deseo de aproximar la imagen papal a la de un verdadero servidor de la comunidad.
La reforma de los funerales papales fue formalizada en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, que incluye ocho cambios significativos en el proceso. Entre ellos, la constatación de la muerte en la capilla del Palacio Apostólico, así como la decisión de utilizar un solo ataúd en lugar de los tres tradicionales. Otras medidas incluyen la eliminación del velatorio privado, la desaparición del catafalco y el báculo papal, y el cierre del ataúd antes de la misa exequial. Estos ajustes son un reflejo claro de la intención del papa Francisco I de limitar la solemnidad excesiva y de centrar las exequias en el aspecto espiritual del pontificado.
El arzobispo Diego Giovanni Ravelli, encargado de comunicar las reformas, destacó que los cambios buscan enfatizar la dimensión espiritual del papado, provocando una transformación en cómo se percibe la figura del papa después de su muerte. Francisco quería que su funeral no solo fuera un acto de despedida, sino también un testimonio de su vocación pastoral y su visión de una Iglesia más cercana y menos centrada en símbolos de poder. Esta visión ha resonado profundamente en la comunidad católica, que ha encontrado una nueva manera de relacionarse con la figura del pontífice, viéndolo como un guía espiritual y no como un líder terrenal.
La reflexión del papa Francisco sobre la muerte ha sido otro de los aspectos que han marcado su papado. En diversas ocasiones, se pronunció sobre la muerte como un tránsito, un paso hacia la eternidad que debe ser acogido con serenidad y confianza en la misericordia divina. Según sus enseñanzas, la muerte es un recordatorio de la fragilidad humana y un llamado a vivir con propósito y compromiso. Esta perspectiva se traducirá en su funeral y en su descanso eterno, que no serán un acto de poder, sino un evento que refleje su entrega a la comunidad y su cercanía a los fieles.
Con estos cambios, el papa Francisco I se despide de este mundo dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia Católica. Su decisión de ser enterrado en Santa María la Mayor, lejos del ritualismo del Vaticano, simboliza una Iglesia que se dirige hacia la humildad y la sencillez, buscando una conexión más auténtica con las necesidades del pueblo. Este legado representa un punto de inflexión que, sin duda, influirá en la manera en que futuros papas serán recordados y despedidos, subrayando la importancia de la humildad y el servicio en el corazón de la misión pastoral.