Las elecciones presidenciales en Rumanía, programadas para este domingo 4 de mayo, han vuelto a generar un clima de incertidumbre en el país, un ambiente caracterizado por un profundo desencanto con la clase política. Después de la cancelación de las elecciones anteriores en diciembre debido a acusaciones de injerencia extranjera, la ciudadanía se encuentra dividida y, en muchos casos, desilusionada. Como Georgiana, una economista de 50 años, menciona: «no nos gusta ninguno, quizás vote por el menos malo». Esta sensación de resignación se ha apoderado de numerosos rumanos que, ante la falta de opciones atractivas, hacen un llamado a elegir, en su defecto, al mal menor en un sistema que consideran desgastado y repetitivo.
La reaparición de los carteles electorales en Bucarest evoca un sentimiento de déjà vu en el escenario político rumano. Los rostros de los candidatos se mezclan con las risas y las bromas de los ciudadanos que, mientras consumen cervezas en la calle, expresan una profunda apatía hacia el proceso electoral. Uno de ellos, aunque reconoce el derecho de voto, manifiesta que no cree que las elecciones traigan cambios significativos: «son los mismos con distinto traje». Esta ironía refleja un desprecio generalizado hacia una clase política que se siente desconectada de las realidades y preocupaciones del ciudadano común.
La posibilidad de que el ultranacionalista Calin Georgescu avance hacia la segunda vuelta ha levantado alarmas, pero también ha derivado en debates sobre la proliferación de campañas en redes sociales que podrían haber influido en los resultados. Las elecciones del 25 de noviembre pasado fueron una sorpresa, y el siguiente ciclo electoral ha sido marcado por las manifestaciones de estudiantes y críticos. La sociedad rumana vive un momento de reflexión entre la necesidad de cambios y la desconfianza hacia un sistema que se percibe como manipulador, un dilema que muchos jóvenes sienten particularmente en su día a día.
Con un panorama electoral diverso, los analistas destacan que, más que una inclinación pro-rusa, estas elecciones podrían ser un giro hacia un enfoque similar al del movimiento MAGA de Estados Unidos. El candidato George Simion, líder de la ultranacionalista Alianza para la Unión de Rumanos, se perfila como el favorito, impulsado por un electorado que busca una renovación política y social. Simion se presenta como una figura radical que llama a la acción, un líder que, incluso sin ser explícitamente pro-ruso, podría interpretarse como un fuerte defensor de los intereses nacionales y la tradición frente a una Europa burocrática.
A medida que se intensifican las opiniones sobre la reunión de fuerzas en Europa, el candidato Simion se ha posicionado como un defensor de un cambio radical dentro del marco de la política rumana. Su retórica incluye un sentido de orgullo nacional y la búsqueda de un liderazgo basado en las tradiciones. Este fenómeno ha llevado a una atmósfera de nostalgia por las ideologías pasadas, donde ciertos grupos de ciudadanos incluso buscan libros de temas legionarios, revelando las tensiones entre modernidad y tradición. La respuesta del electorado, que aún está en formación, podría definir el futuro de Rumanía en una Europa en constante cambio, pero también plantea la pregunta de si sus impulsos de cambio son realmente hacia adelante o simplemente hacia la repetición de viejas narrativas.