En un dramático giro de acontecimientos, Lisbeth, una joven guatemalteca de 26 años, ha visto cómo la vida de su familia en Miami se desmorona debido a la cruda realidad de la política migratoria de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump. Desde hace ocho años, Lisbeth y su familia han trabajado arduamente en el sector de la construcción, buscando cumplir el sueño americano. Sin embargo, la situación se tornó sombría cuando su madre fue detenida en plena calle por el simple hecho de conducir sin licencia. «Solo quería entender por qué la arrestaban y a dónde la llevaban, pero no me dijeron nada», recuerda con angustia mientras reflexiona sobre las consecuencias de ese momento.
La detención de Karina, la madre de Lisbeth, ha marcado el inicio de un proceso que amenaza con desintegrar la familia. A más de 1.500 kilómetros de su hogar, Karina se encuentra en una cárcel en Texas, enfrentando un sistema de inmigración que parece haberse vuelto más agresivo y menos tolerante. Sin poder prever el futuro, Lisbeth expresa su dolor por la separación y por el arresto reciente de dos de sus hermanos. «Estamos aterrorizados y no sabemos qué va a pasar con ellos, ni con nuestra familia», asegura mientras la desesperación se apodera de su hogar, donde las evenuales detenciones se han vuelto una constante.
Lisbeth confirma que, a pesar de que su madre y hermanos no tienen antecedentes penales, ahora enfrentan un proceso migratorio de incertidumbre. La joven menciona que, aunque su hermano menor pudo ingresar legalmente al país en 2018, todo ha cambiado radicalmente bajo las políticas de Trump. «Hemos intentado hacer las cosas bien durante años, pero ahora nos persiguen solo por estar aquí», indica, evidenciando la evolución drástica de las normativas migratorias y la intensificación de las redadas por parte del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE). Las historias de familias separadas son cada vez más comunes y reflejan un preocupante escenario social.
La situación se enmarca dentro de un clima de miedo y desconfianza que ha invadido a las comunidades migrantes en toda la nación. En un intento de reducir la migración indocumentada, la administración de Trump ha implementado medidas draconianas, incluyendo la detención de migrantes en los mismos tribunales de inmigración y la eliminación de protecciones legales. Familias que nunca pensaron que serían objeto de tales medidas se encuentran ahora en una lucha constante por su dignidad y su derecho a permanecer en el país. Lisbeth comparte cómo su vida ha cambiado drásticamente; salir de casa se ha convertido en una actividad arriesgada, limitando sus movimientos solo a trabajar y asistir a la iglesia.
La percepción de la migración ha sufrido un cambio radical, donde las voces de quienes trabajaron arduamente en sus comunidades son ignoradas. Otros, como Lisbeth, no podían imaginar que serían objeto de políticas que criminalizan su existencia en el país. «Es una pesadilla vivir así, sin saber si volveré a ver a mis familiares», concluye entre lágrimas, encerrada en un ciclo de ansiedad y desesperación. La historia de Lisbeth resuena con otras miles de familias en Estados Unidos, cuyas vidas se ven amenazadas por un sistema que, en su búsqueda de un control absoluto, ha causado estragos en lo que se suponía que era el hogar común de aquellos que buscan oportunidades y seguridad.



















