Ayuda Humanitaria en Gaza: Crisis y Desesperación Contemporánea

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Desde el 27 de mayo, la crisis humanitaria en Gaza ha tomado un giro preocupante con el control de la ayuda humanitaria por parte de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), una organización compuesta principalmente por contratistas estadounidenses y respaldada por Israel. Este cambio ha desplazado a las agencias de ayuda tradicionales, como las Naciones Unidas, generando un nuevo paradigma que ha suscitado críticas y preocupaciones a nivel mundial. En las calles de Gaza, niños desplazados, con miradas vacías, esperan por horas a recibir alimentos en comedores sociales, mientras su situación se agrava día a día debido a la falta de recursos básicos, como la comida y el agua potable.

En medio de un contexto de conflicto, el Ejército de Israel ha recuperado en días recientes los cuerpos de dos rehenes del 7 de octubre, un recordatorio de la continua violencia en la región. A pesar de la urgencia de la situación humanitaria, Estados Unidos vetó recientemente una resolución destinada a facilitar el ingreso de ayuda a Gaza, lo que agrava el sufrimiento de la población. Las palabras de Mirjana Spoljaric, presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), resonaban con fuerza al referirse a Gaza como ‘algo peor que el infierno en la Tierra’, haciendo eco del desmoronamiento de las condiciones básicas de vida y el deterioro de la salud pública en el enclave.

La GHF ha sido criticada por su gestión de la distribución de la ayuda, la cual se caracteriza por ser caótica y, en muchos casos, violenta. Informes de tiroteos en los puntos de reparto han sido comunes, dejándolos como escenarios de desesperanza y sufrimiento. Una madre palestina, entrevistada por el Servicio Árabe de la BBC, relató el dolor de no poder alimentar a su hija, mientras la opresión y el desempleo se agravan con la falta de recursos. Esta realidad es compartida por miles de gazatíes, quienes viven en condiciones cada vez más precarias, resaltando que «somos como esqueletos caminando por la tierra» y que «no tenemos comida ni agua».

El colapso del sistema humanitario en Gaza se refleja en las palabras de Spoljaric, quien denunció que «se ha despojado a los palestinos de su dignidad humana». La situación en los hospitales se ha vuelto insostenible; por ejemplo, el hospital quirúrgico de Rafah, gestionado por el CICR, atendió a 184 personas en un solo día, de las cuales varias fallecieron a causa de heridas. Las escenas de desesperación entre hombres que intentan recoger cajas de alimentos y niños llorando por falta de leche son una imagen cotidiana que demuestra que la legalidad y los principios morales se han desvanecido en medio del conflicto.

La escasez de agua potable y la falta de combustible para las desalinizadoras contribuyen a agravar la crisis humanitaria, mientras los civiles, al borde de la desesperación, se ven obligados a arriesgar sus vidas para obtener alimentos. Los camiones del Programa Mundial de Alimentos sufren asaltos, y las distribuciones son consideradas un mero «simulacro de ayuda». Según informes de UNICEF, esta ayuda apenas cubre una parte mínima de las necesidades reales de la población, dejando a miles con las manos vacías tras horas de espera. Las escasas cajas de alimentos, mal distribuidas y rápidamente agotadas, evidencian la ineficacia del sistema actual, que no logra llegar a los más vulnerables, exacerbando así la crisis en el enclave.

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