La campaña electoral en Portugal se ha visto inesperadamente ensombrecida por un apagón masivo que dejó a millones de ciudadanos sin luz durante cerca de 12 horas. Este incidente, que ocurrió el 28 de abril a las 11:30 de la mañana, coincidió con un momento crítico para el primer ministro Luís Montenegro y su contrincante, Pedro Nuno Santos, quienes tenían programado un debate electoral para la misma noche. A medida que los partidos opositores comenzaron a señalar la falta de liderazgo del gobierno de Montenegro durante esta crisis, se ha reavivado un espíritu de fragmentación política que parece haber estado latente en el país. La incapacidad del gobierno para gestionar de manera efectiva la situación ha sido utilizada por la oposición como un punto de ataque en su narrativa política, exacerbando las tensiones en un ambiente electoral ya polarizado.
El líder del Partido Socialista, Pedro Nuno Santos, no tardó en criticar la respuesta del gobierno ante el apagón. «Tuvimos un apagón, el del gobierno central. No hubo liderazgo, ni orientación, ni apoyo cuando el país más lo necesitaba», expresó Santos. Las críticas apuntan a que, en momentos de crisis, la gestión de la comunicación por parte del primer ministro ha dejado mucho que desear. Según los opositores, la reacción del gobierno fue no solo tardía, sino que también estuvo marcada por informaciones confusas y erróneas. El ministro de Infraestructuras había insinuado erróneamente que el apagón podría ser resultado de un ciberataque, lo que desató aún más incertidumbre entre la población.
El apagón no solo ha servido para intensificar la crítica hacia la gestión de Luís Montenegro. Esta crisis también ha reabierto el debate sobre la seguridad energética de Portugal. Aunque el país tiene la capacidad de abastecer su demanda eléctrica a lo largo del año, su dependencia del mercado ibérico para el suministro de energía ha sido cuestionada. Luego del apagón, la ministra de Energía, Maria da Graça Carvalho, anunció una suspensión temporal de las importaciones de electricidad desde España como medida de precaución, lo que ha resaltado la necesidad de revisar las condiciones de seguridad energética del país. Mientras tanto, expertos como David Veloso argumentan que el actual contexto de fragmentación política dificulta la toma de decisiones estratégicas para afrontar la crisis.
En el marco de esta crisis política, el apagón también ha impactado los indicadores económicos de Portugal. El Banco de Portugal informó sobre una fuerte caída del 14,8% en sus índices, la peor cifra desde el inicio de la pandemia. Este descenso ha generado preocupaciones sobre la posibilidad de que el gobierno solicite compensaciones por los efectos del apagón. En medio de este caos, el primer ministro Luís Montenegro ha pedido una investigación exhaustiva sobre las causas del incidente, enfocándose en la necesidad de respuestas rápidas y urgentes. Sin embargo, la respuesta de la Comisión Europea podría tardar meses, lo que deja al gobierno en una posición vulnerable ante sus críticos.
Finalmente, el apagón ha traído a la luz una serie de dilemas que trascienden la mera cuestión energética. En un contexto político complicado, donde la ciudadanía está cada vez más dividida, el apagón ha pasado a ser un símbolo del estado de fragmentación política que enfrenta Portugal. Aunque muchos votantes no ven el apagón como su principal preocupación, el evento ha cristalizado las dudas sobre la capacidad del gobierno para manejar situaciones críticas. En este sentido, lo que en un principio podría parecer un incidente aislado ha servido para destacar las vulnerabilidades que amenazan la estabilidad política de un país históricamente visto como un bastión de estabilidad en la región.



















