Desde mediados del siglo XX, la intervención humana en el paisaje de España ha introducido un dilema cultural debido a la creación de embalses, que ha resultado en la sumersión de un patrimonio cultural invaluable. Esta situación ha hecho que innumerables vestigios arqueológicos y edificios históricos permanezcan bajo agua, algunos de los cuales no fueron documentados ni protegidos adecuadamente antes de ser ocultados. La Convención de la UNESCO de 2001 establece que para que un bien cultural sea considerado patrimonio subacuático, debe haber estado sumergido durante al menos 100 años. Sin embargo, muchos de estos yacimientos en embalses como el de Valdecañas no lograrán cumplir con este criterio, lo que pone en riesgo su conservación y estudio futuro. Así, la urgencia de llevar a cabo una documentación rigurosa se convierte en un imperativo para preservar la memoria histórica que de otro modo podría perderse para siempre.
El interés por los sitios culturales emergentes en embalses ha aumentado en las últimas décadas, con excavaciones y estudios llevados a cabo en lugares como el embalse de Valdecañas, donde se han hallado restos significativos como el Dolmen de Guadalperal y los vestigios romanos de Augustobriga. Estos hallazgos no solo enriquecen nuestro patrimonio cultural, sino que también revelan la fragilidad de estos bienes ante la variabilidad de los niveles del agua. A medida que los embalses fluctúan, el patrimonio cultural queda expuesto a daños significativos. Las intervenciones, aunque valiosas, son insuficientes para garantizar la protección integral de todos los tesoros ocultos, lo que plantea un dilema en la conservación del patrimonio sumergido.
Las condiciones ambientales en los embalses son muy diferentes de las del fondo marino, lo que acentúa el desafío de conservación. Durante los periodos de estiaje, el patrimonio puede emerger parcialmente en cuestión de días, erosionado no solo por la mecánica del agua sino también por factores como el viento, la lluvia, la exposición solar y el vandalismo. Estos factores ponen en riesgo la integridad de estructuras antiguas y exacerbando su deterioro. A diferencia de los objetos hallados en aguas profundas, los restos arqueológicos en embalses están en un ciclo continuo de sumersión y exposición, lo que acelera su deterioro y complica los esfuerzos de conservación.
La investigación y conservación del patrimonio en embalses requieren estrategias específicas y adaptativas. En el embalse de Valdecañas, esfuerzos como el fortalecimiento de las bases del Dolmen de Guadalperal son ejemplos de reacciones urgentes ante el riesgo de destrucción. Sin embargo, en el caso de patrimonios extensos, como los restos del antiguo Real Sitio de La Isabela, las intervenciones son frecuentemente limitadas. Tal situación resalta la necesidad de que el patrimonio sumergido se convierta en un objeto de estudio, ya que ofrece una riqueza de información sobre su deterioro y el contexto cultural que deben ser aprovechadas para futuras investigaciones y prácticas de conservación.
Con el aumento de la conciencia sobre la pérdida de patrimonio cultural, se hace evidente que las soluciones deben ir más allá de las intervenciones puntuales y técnicas de documentación. La legislación actual, insuficiente para abordar las particularidades del patrimonio sumergido, urge a la implementación de normativas que garanticen su estudio y protección. Además, es fundamental fomentar el reconocimiento social del valor de estos lugares, a menudo invisibles, pero que representan una conexión profunda con la historia de comunidades y sociedades. La colaboración entre administraciones, investigadores y la sociedad civil será clave para salvaguardar estos vestigios y garantizar que, aunque muchos puedan perderse, su legado continúe informando y enriqueciendo nuestros relatos históricos.



















