El cometa 2I/Borisov, el segundo objeto interestelar observado en nuestro sistema solar, ha revitalizado el interés científico en la vigilancia de cuerpos celestes que provienen de más allá de nuestras fronteras interestelares. Este hallazgo se produjo solo dos años después de la detección de 1I/’Oumuamua, el primer objeto de este tipo, lo que destacó la posibilidad de que otros cuerpos interestelares pudieran acercarse a la Tierra. En un reciente estudio publicado, investigadores del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE – CSIC), incluyendo al autor Josep M. Trigo Rodríguez, han analizado en detalle las características de 2I/Borisov, enfatizando las dificultades que presenta la creciente contaminación lumínica para la detección de estos objetos en el futuro. La investigación se llevó a cabo en parte desde el telescopio robótico Joan Oró, localizado en el Observatori del Montsec.
La proximidad de 2I/Borisov a nuestro sistema solar ofrece una perspectiva única sobre la historia de los objetos que componen nuestro entorno celeste. Este cometa, que se formó alrededor de otra estrella, permite a los científicos estudiar cómo se comportan los cuerpos helados al interactuar con el Sol después de haber estado en el espacio interestelar durante millones de años. La estructura de los cometas se vuelve más complicada debido a la eyección masiva de pequeños cuerpos generada por la dinámica de los planetas gigantes en su formación. La trayectoria de 2I/Borisov, que no fue capturada por el Sol pero se acercó a él, es un ejemplo claro de cómo estos objetos pueden cambiar su rumbo al entrar en la influencia gravitacional de otras estrellas.
A medida que el cometa 2I/Borisov se adentró en el sistema solar, se pudo observar su evolución fotométrica mediante telescopios de mediano tamaño, lo que resultó esencial para comprender su tamaño y composición. Este seguimiento es significativo, ya que este cometa interestelar es el primero de su tipo observado desde su llegada, y su comportamiento bajo la radiación solar es de particular interés para la comunidad científica. Sin embargo, la apariencia difusa y tenue del objeto presenta un reto para las observaciones, lo que hace que la colaboración de astrónomos aficionados y profesionales sea crucial para el avance de dicha investigación.
Las observaciones detalladas del telescopio espacial Hubble han arrojado luz sobre las dimensiones y la composición del cometa 2I/Borisov. Mediante imágenes nítidas, investigadores estimaron que el cometa posee menos de un kilómetro de diámetro, revelando incluso indicios de fragmentación. Estas observaciones también identificaron sustancias como monóxido de carbono y cianuro en la envoltura gaseosa del cometa, lo que sugiere que su composición se ha alterado significativamente después de haber permanecido tanto tiempo en el espacio. Este conocimiento no solo es un avance en la comprensión de este cometa específico, sino que también abre la puerta a un mayor entendimiento de otros objetos similares en el cosmos.
A medida que la contaminación lumínica continúa en aumento, se hace urgente contemplar la creación de un sistema de detección espacial para asteroides y cometas. La implementación de telescopios en órbita podría proporcionar una solución efectiva para monitorear el cielo en busca de cuerpos celestes errantes. Además, la misión Comet Interceptor de la ESA se perfila como una herramienta clave para la exploración de estos objetos, ya que permitirá observar otros cometas interestelares en el futuro. Si bien los impactos de cometas como 2I/Borisov son considerados poco probables en el futuro cercano, el monitoreo continuo es vital para garantizar que estemos preparados ante cualquier eventualidad.